La historia de Lázaro contada por Julián
Padrón.
Para quien ya ha leído a Julián Padrón, Lázaro será un
relato diferente a lo que nos tiene acostumbrados; para quien no, puede ser un
buen primer contacto con este gran escritor. El cuento posee una extensión de
apenas diez cuartillas en formato PDF, ideal para una lectura matutina o de
domingo por la tarde.
La narrativa de Julián Padrón es por lo
general criollista. Podemos encontrar en ella relatos autobiográficos como
Candelas de verano e Insolación, así también conseguimos algo de crónica
antropológica en cada uno de sus relatos, la cual está muy presente en El
desterrado.
No
obstante, con Lázaro, Padrón realiza una propuesta más universal, uniendo
elementos de la cultura general con elementos de la geografía venezolana.
Usando un narrador en 3era persona, un lenguaje culto con gran carga poética y
una atmósfera tranquila con compases de excitación, Julián Padrón teje un
relato que comienza in media res y
concluye con un final abierto.
Padrón
extrae al famoso personaje bíblico y lo introduce en un pueblo costero, donde
crece, ama y se martiriza. En esta historia, Lázaro, “el preso de su propio
destino”, al notar el inminente avance de su enfermedad, se confina a sí mismo
en una casita al borde del mar, condenando su vida a “el asistir en vela
perenne al progreso de su mal”.
María
y Marta siguen siendo hermanas, pero no las de Lázaro. En este cuento la
primera es su cónyuge, y la segunda es su cuñada. María, la mayor, vive su
sufrimiento por la ausencia de Lázaro como una ama de casa amargada y
despechada, hasta que un giro en la historia la volvió presa de los celos y le
inoculó un fuerte anhelo de venganza.
Marta,
joven, hermosa y jovial, vivía reprimida por su hermana mayor. Se encargaba del
aseo de la casa y de hacer “ese buen pan que se amasa en el hogar y que sirve
en la mesa como una hostia familiar”. Pero un día, al atardecer, Marta decide
unirse al confinamiento de Lázaro para vivir juntos un amor clandestino.
Como
en la biblia, Lázaro también tiene a su “Salvador”. Esta vez se trata de su
hermano, un hombre gordo, alto, aparentemente retardado que sufre de
convulsiones. El rasgo más distintivo de Salvador es una sonrisa de idiota
debajo del escaso bigote. Salvador es el mayor actante del particular final de
este cuento, que deja a la imaginación de los lectores activos la posibilidad
de construir una escena más.
EL
SIGUIENTE CONTENIDO TIENE FRAGMENTOS/SPOILERS DE LA OBRA.
“Lázaro ya no miraba pasar el tiempo
en las esferas de los cronómetros ni en las hojas del calendario que los
hombres habían inventado para aferrarse a la vida, porque él había renunciado
al tiempo medido. Se conformaba con sentir durante el día, al sol recorrer el
arco del cielo de su casa y calcular las horas por la proyección de las sombras
de los objetos. Se resignaba durante la noche a mirar las estrellas recorrer el
firmamento y a calcular las horas por la altura de las más brillantes sobre el
horizonte. Y en las de la luna, ah, en las de la luna se enloquecía al evocar
su pasado, considerándolo más desgraciado que su presente infeliz.
Su vida misma era la vigilante
conciencia con que presenciaba la marcha de su destino. El asistir en vela
perenne al progreso de su mal. El cigarrillo ya no era vicio placentero, sino
la prueba desesperada de su sensibilidad. Quitarle la ceniza con el meñique
para sentir la quemadura en la yema. Dejarlo al final que se fuera consumiendo
entre sus dedos y mantenerse alerta hasta que el fuego le anunciara la presencia
de la sensación. Y luego, cuando el timbre de los nervios estremecíalos con su
vibración, salir a la puerta y dar gracias al mar. Una llama era la forma más
amada para él. Y se acercaba a su resplandor y la acariciaba entre sus manos,
al principio con un temblor de mariposas encandiladas y luego resistiendo el
dolor hasta el límite del grito jubiloso” (p.82).
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